viernes, 31 de julio de 2020

Visita

Caminé de una habitación a otra
donde me esperaba el libro,
cadáver exquisito del insomnio.

En el ritual despreocupado 
vi por el costado una sombra.
Suspiro doliente de la noche,

Estrella fugaz, negra, omnipresente.
Duró aquello un instante
de corazón quieto,
de miedo infinito.

Supe por la Gestalt,
(dejavú a través del espejo)
que había tenido un recuerdo
del futuro.
 

Paulo Prella


jueves, 23 de julio de 2020

Vértigo

Vértigo

Soy arena
voy dejando
infimos granitos de mi
pequeños y grandes olvidos

En la inercia no hay generosidad
el mar avanza tempestuoso
y lo que queda es solo eso
lo que queda.

Soy un arrecife de coral vacio
Kraken sin tentaculos
anemona rigida, inerte
Poseidon que no pudo ser.

Bajo la luz protectora del sol
alguien observa los vestigios
y los rescata por un instante

Desnudo, descalzo, sin tiempo
recorre la orilla
con la certeza
de que esos
breves destellos
no son
yo.




Paulo Prella.

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Esperansias

Fuente,
rompió fuente,
pluma fuente,
Carlos Fuentealba.
Fuenteovejuna,
Fuente silente.
Fuente de plaza.





Paulo Prella 


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Tolerancia

La queja rancia y aguda
Estaba de moda
Como un cirujano
Experto en desmenuzar
La feisbuquiana realidad
Con frases dantescas
Bien tuiteras y hitlerianas.
La crítica hija de puta malnacida retorcida
Disfrazada de princesa y no tanto
Entre tanta sutileza
Bastante floja de cantos
Una gelatina de argumentos 

Un chispazo certero y equivocado.

A la orden del hambriento segundo
La tolerancia intolerante
Por las dudas
Por si las moscas
Por salvar las apariencias
Por ser más macho que menos
Por ser hombrona en hormonas   

Porque a fin de cuentas
La horma de tu zapato
Me queda enorme
O no entra ni con vaselina
Y quizá porque no habrá
Tiempo mejor que el verbal
Presente pasado futuro
Pluscuamperfecto indefinido
Un ejército de condicionales

Mucho ruido y pocas heces,

El dios verbo no performativo.


Paulo Prella.



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martes, 21 de julio de 2020

Trayecto

Pasaje abrumador
testigo del tiempo
Ubi sunt inevitable.

Primer plano y decorado
extras que fueron protagonistas
y viceversa, y viceversa.

El alma corroída por la duda:
sólo un humilde portavoz
contando rostros para dormir.

Paulo Prella.

Nostalgia at Night on Behance

Lección de Historia

Eran las tres de la mañana y Santiago se preguntaba como había terminado ahí sentado en la rambla con el sonido del furioso mar contra las piedras. La respuesta era fácil; compartía la habitación con Martín Grela quien al ser un poquito "cagón" necesitaba dormir con el ventilador al máximo y la radio prendida. En sí estos detalles no parecían ser nada del otro mundo. Sin embargo con Martín eran un caso serio. Debido a su olor a "pata" uno no sabía si el ventilador ayudaba a airear un poco el cuarto o si contribuía a esparcir el aroma a roquefort como un fantasma acechando a las narices indefensas. Al mismo tiempo tanto aire provocaba en él una tos muy similar a la que emitiría un pato si estuviera disfónico. Para completar el horrible cuadro, con el mar humor a cuestas a Santiago la música le resultaba tan molesta como el sonido que hacen los mosquitos en el oído las noches húmedas de verano. Semejante descripción justificaban el insomnio y la consecuente escapada a la playa. 

No obstante,  una vez explicado esto surgía una incógnita mas elemental e importante. ¿Cómo es que Santiago estaba de vacaciones en Mar del Plata con alguien como Martín, famoso por sus pies olorosos desde los campamentos de primaria? Alguien que por sus modales y forma de vestir no parecía un adolescente sino un hombre de cincuenta años atrapado en un cuerpo de diecinueve. Un flaco que no tenía chamuyo con las minas y al que sólo uno de los boliches de la avenida Constitución le permitía la entrada. El lugar, cabe aclarar, era una especie de "Vinicius" de Ramos Mejía. También había un pub donde paraba de vez en cuando. Si un extraterrestre hubiera bajado con su nave espacial a tomarse un Daikiri en ese pub habría pasado totalmente desapercibido. "Grela" ,a secas, como le decían en el secundario; un ser capaz de sumirse en cavilaciones incomprensibles para surgir luego con ideas admiradas por lo revolucionarias y desdeñadas por lo impracticables. Alguien que la mayoría evitaba como si de cruzarse con un gato negro se tratara. Señoras y señores del jurado hemos llegado a un veredicto: la culpable de contar con semejante compañía era la lástima.

"Al final la filosofía es una bosta", pensó Santiago, que había comenzado haciéndose un par de preguntas y siendo las 4 de la madrugada llegó a una conclusión que lo hacía sentirse peor que antes, casi miserable. Así estaba compadeciéndose de sí mismo como un boludo cuando inexplicablemente cambió de carpeta y pasó de filosofía a historia. Entonces imaginó a su profe preferida con su voz tan dulce decir una frase que por cliché no dejaba de ser cierta: " Alumnos: recordar y repasar la historia nos enseña a no repetir los errores del pasado." 

Así fue como Santiago se dispuso a hacer su ejercicio de historia. Entonces se vió el primer día en el jardín de infantes solo, asustado en un rincón y vió a Martín acercarse con la mitad de un "Jorgito" como ofrenda. Recordó también que tiempo después lo preparó con las materias más jodidas para que no se llevara ninguna y pudieran disfrutar las vacaciones juntos. O ese otro día  que se tropezó de puro torpe en educación física y mientras todos reían Martín lo ayudó a levantarse. La noche que cortó con Laura, su primer gran amor y directamente proporcional desilusión, allí estuvo él "bancando" sus ganas de hablar y su llanto hasta que Santiago se quedó dormido del cansancio.

Otro aspecto notable de Martín era que con él se podía hablar de otras cosas además del participante que se había quedado fuera de Gran Hermano esa semana, el nuevo menú de McDonalds o de si los jeans Levis eran mejores que los Rusty. A pesar de su "locura" o debido a ella solía hablar de temas poco comunes o tan universales como el amor de una manera que Santiago admiraba en secreto. Ambos se enfrascaban en discusiones donde el respeto era mutuo y el aprendizaje también.

Por último, "tincho" no hacía como que lo escuchaba mientras pensaba en otras cosas, le prestaba atención siempre y evitaba juzgarlo ya que según decía sólo los sabios eran capaces de juzgar y aun ellos generalmente lo hacían con prudencia. Por este motivo era digno de su afecto y guardián de sus confidencias más grandes. Sus miedos, tristezas, dudas, broncas; no había nada que Martín no supiera de Santiago. Señoras y señores del jurado, luego de la apelación ha habido un cambio en el veredicto. La culpable de todo era la amistad. Una amistad cuyos lazos se estrechaban cada día a pesar de las diferencias o por ellas. 

Santiago miró el reloj en su muñeca, eran las 4:44 a.m. "ja,  capicúa", pensó. Aliviado, con la lección de historia aprendida volvió al departamento que alquilaban y pudo dormir. Eso sí, todas las demás noches de esa quincena de enero Martín fue condenado a lavarse las "patas" y poner el ventilador en un punto medio. La radio siguió prendida, pero la música ya sonaba diferente. 

 

FIN

 

Paulo Prella



Profe de historia (@esther_domingo) | Twitter