al tiempo que corre mas rápido
y mira siempre a todos desde el cielo
omnipotente dios de todos los dioses.
Cuando es la hora de la materia más tediosa e insoportable en la escuela
el bendito tiempo decide estirarse como un chicle y hacer que 50 minutos parezcan una eternidad.
Los sábados se acelera para que el fin de semana pase rápido y los domingos cuando ya falta poco para el final del descanso entra en una meseta provocándonos nostalgia de lo que hicimos y preocupación por la semana que ya se acerca con todas sus obligaciones en la mochila.
Cuando estamos besando a la persona que amamos el tiempo se pone rojo de envidia y entonces decide durar solo un suspiro.
Esas mañanas apurados corriendo al colegio, al trabajo o cualquier otro compromiso, por puro capricho hace que todo se mueva en cámara lenta: el colectivo, el tránsito en general y las personas parecen avanzar a una cuarta parte de su velocidad normal, irritándonos en demasía.
Cuando algo vergonzoso nos sucede, como pegarnos un porrazo (ojo, la palabra aquí no quiere decir cigarrillo loco, sino golpe) en plena calle, se pone generoso y le regala a todos los minutos justos para poder reírse y apreciar desde todos los ángulos nuestra caída en desgracia.
Si estamos desesperados por llegar al baño porque sentimos que vamos a estallar, el tiempo directamente no existe, se congela, se detiene para poder él también observar nuestro sufrimiento y reírse a carcajadas.
Incluso a veces el tiempo juega a las escondidas, y sabe jugar tan bien , que lo perdemos. Y años después vuelve con todos los tesoros que se llevó con él en el camino. Vuelve y nos muestra que los tesoros ya no son lo mismo.
Ay dios tiempo! Corremos por vos, esperamos por vos, nos angustiamos por vos, nos impacientamos, maldecimos, nos lamentamos, y vos inalcanzable seguís indiferente a nuestra necesidades. Ya sé, me vas a decir que no todos los Dioses pueden hacer milagros, a lo mejor vos sos uno de esos.
Yo por lo pronto sigo corriendo, maldiciéndote, buscándote, lamentándome, esperándote, tratando de alcanzarte.
Aunque a veces, cuando cobro un poco de cordura, conciencia o como quieras llamarlo, debo confesarte que me fundo en un abrazo con la gente que quiero y te olvido sin disculpas ni remordimientos.
Prella Paulo.
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