En este invierno que se acerca inexorable ella conoce perfectamente lo que la espera por las noches. El frío que ya es costumbre y una abundante cena de mate cocido y pan.
También recibe regularmente_ como si los golpes de la vida no fueran suficientes_ los golpes de su propia madre. Ella sí que está presente sobre su curtida piel.
La niña que ya tiene la mirada de un adulto observa a diario impasible la indiferencia, cuando no el desprecio de los otros.
De vez en cuando una chispa de esperanza asoma en sus ojos y muy de vez en cuando algo la conmueve y una sonrisa se esboza casi imperceptible sobre su rostro; generoso regalo para la vida.
Paulo Prella
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